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En la barra del diablo…

La primera vez que me atreví a hacer el ejercicio de escribir el primer capítulo de una novela. Esta vez, una entrega más sobre Samuel Bohórquez: un artista que cambió mi forma de ver el arte. 


 

Esta noche quiero experimentar. Soy una persona de gustos exóticos con una profesión que quizá sea vista, por los más conservadores, como una de las tentaciones de Satán. El licor es mi mayor atracción pero no soy un bebedor empedernido, tan solo preparo tragos que las personas llegan a pedir con felicidad a la barra y hoy tengo un invitado especial en el bar. Sé que no toma pero sé que adora al demonio y esta noche lo convenceré de prepararle un cóctel que jamás olvidará: un Cóctel Molotov.

Lo veo levantarse de su mesa y venir directo hacia mí pero con poca convicción. Me mira a los ojos y apoyando sus codos sobre la barra, pide la carta, pero de inmediato lo atajo y le pregunto su nombre:

– Samuel Bohórquez.

– ¿Y usted qué hace?

– Soy pintor. De hecho, tienes detrás de ti uno de los lienzos de mi exposición.

Miré hacia atrás sorprendido.

– ¿Y cómo fue que vinieron a parar aquí?- le dije.

– Me ofrecieron abrir mi exposición aquí por ser un bar de rock.

– Pero veo que es un demonio… O ¿estoy equivocado?

– Todos mis lienzos son demonios. Ahora, deme por favor un vaso de agua.

– ¿No le apetece un cóctel?

– No me gusta el licor. Un vaso de agua estaría bien.

– Si a usted le gusta el diablo déjeme que le preparé un cóctel especial, no tiene que tomarlo, si desea lo puede regalar.

– Está bien… ¿Cuánto tarda?visiones cosmogonicas

– Lo suficiente para que me cuente sobre su obra y ya le traigo su vaso de agua.

Este personaje era bastante interesante. Vestía pantalón y zapatos negros, llevaba una camiseta con la estampa de una calavera y la hebilla de su correa era un cráneo plateado. Su cabello largo le enmarcaba la cara rozagante, tan inocente, que ni se me pasaba por la cabeza que él fuese el autor de esta obra de demonios. Debía conocer más sobre él si quería convencerlo de que bebiera al menos un trago de mi cóctel. Se me hacía raro que una persona frecuentara un bar teniendo pinta de metalero y no se pasara ni una cerveza.

Le pasé el vaso de agua y él se sentó en uno de los asientos altos de la barra de licores que estaba iluminada con una luz de neón de color rojo. Me quedé mirándolo por un rato y él tomó un sorbo del agua que le entregué. La curiosidad pudo más que la concentración que tenía para diferenciar cuál era la copa para este trago, hasta que por fin encontré mi copa de Martini preferida y comencé a brillarla. El primer paso para realizar un buen coctel es su envase.

– Encontrar el recipiente de cristal adecuado es el primer paso para nuestro cóctel Molotov. – Le dije a Samuel que me miraba con intriga.

Al decirle esto, se despachó a contarme que desde que era un niño sus visiones demoníacas comenzaron a llenarle la mente.

Sí, leyó bien, “todo inició cuando a mis cinco años veía en mis sueños dibujos extraños de demonios, a los cuales llamé visiones. Traté de resistirme a ellas durante muchos años, porque mi formación católica en el colegio Lacordaire me reprimía lo que mi madre, monja de vocación, tampoco me permitía dibujar.

Así pasaron mis primeros años de niñez, con un miedo profundo hacia el demonio que a veces crecía cuando me decían que los murciélagos eran la mascota del mal porque volaban al revés y vivían en la oscuridad. Lo sé, suena irónico, y también me decían que los cerdos eran otros enviados del infierno a la tierra. Quizá por eso leí ya de mayor ‘La Granja de los animales’ de George Orwell y quedé tan fascinado con las ideas revolucionarias y destructivas del Cerdo.

Pero volviendo a la historia, a mis anhelados 17 años por un intercambio del destino, logré desatarme no sólo de lo sagrado, sino también del país que por cultura religiosa rechazaba y reprimía mis pensamientos. En Estados Unidos, mis ojos se abrirían hacia la primera puerta del largo camino hacia la iluminación infernal.

Daimonopolis Allá el mundo parecía como sacado de otra dimensión. Las mujeres se  casaban las veces que querían, las jovencitas a sus trece años iniciaban sus  aires de tabaco y la música metal era casi tan importante y escuchada como  la típica misa que recibía en mi antiguo colegio. La libertad que vi me ayudó a  dibujar los demonios que tenía grabados en la mente. Sin embargo mi  felicidad no pudo con el llamado que me hizo mi familia desde Colombia y  tuve que regresar a mis aposentos en Cali, donde mis demonios no podían ver  la luz a través de la viruta de un lápiz…

Le interrumpí poniéndole en frente la copa de Martini mientras le adicionaba  unos hielos para dejar enfriar el cristal. Con un gotero dejé caer unas cuantas  gotas amargas. Dejé la copa y atendí rápidamente a alguien que me pedía un  vaso de ron, mientras él sin darse cuenta de la situación daba golpecitos en el  vidrio de la barra y el rojo se iba desplazando entre sus dedos.

 … Cuando llegué de Estados Unidos a estudiar en Bellas Artes, mis  demoniacos dibujos y mis críticas hacia la religión no agradaron a los docentes que me dictaban clase. Tuve tres años espantosos en los que me hacían la vida imposible por mis dibujos, realmente a nadie le gustaba lo que dibujaba, así que decidí salirme y seguir dibujando solo.

Se detuvo y me miró dubitativo. Me lanzó una pregunta algo extraña que casi me hace resbalar las botellas que traía del pico entre los dedos.

– Venga, ¿y usted qué piensa del Diablo?

– A mi no me asusta. Me dan más miedo los vivos.

– ¿Y usted porqué dice eso?

– Porque ya he tenido suficiente con la iglesia deberíamos tener otra forma de liberarnos… La iglesia no sabe que la palabra Dios viene de la misma palabra de la cuál viene ‘Diablo’.

Sus ojos se abrieron y bebió otro sorbo.

– Puede explicarme…

– Sí, es que ‘Diablo’ y ‘Dios’ vienen de la misma raíz que es ‘Divel’ y que significa algo así como resplandeciente o celestial.

– Me alegra saber que no le parecen raras mis ideas. Venga y ¿cómo fue que me dijo que se llama eso? – Preguntó con una mueca de desagrado señalando con su dedo la copa.

– Coctel Molotov. Lo hice alguna vez pensando en las emociones fuertes y ya sabe, Lucifer es tentador y el licor es su néctar, a lo que la iglesia es su agua bendita.

– ¿Y qué más lleva?

– Le digo si me sigue contando su historia.

daimonopolis daimonopolis

… Mi Daimonopolis es el único lugar en el que puedo sentirme tranquilo. Lo conocí en Europa. Todo comenzó después de la muerte de mi padre pues se me hacía más difícil controlar las visiones pero más fácil dibujarlas. Todas las noches me sentaba con la mesita de dibujo enfrente y buscaba trazos que encajaran con mis demonios. Mi madre me seguía y asomándose por detrás del hombro me decía que dejara de pintar aquello, y no contento con eso, mi padre me visitaba cada noche hasta que le manifesté que no quería más visitas y que era mejor que abandonara este mundo para descansar.

Unas semanas más tarde sentí que debía viajar a Europa para conocer más culturas y religiones que me abrieran una senda de exorcismo hacia estos seres… Y así fue. Encontré todos los vicios el caos que se iba presentando en cada uno de los lugares que visitaba; ya fuese Londres o El Vaticano, en uno u otro iba encontrando la opulencia, el desfogue de placeres y el libertinaje por doquier.  Por eso quise escoger un camino parecido al de mi madre y así me incliné en un vertiginoso viaje para ser monje porque pensaba que siendo monje iba a poder sacarme todo eso que tenía adentro…

Por eso tomé esa decisión y me fui para un monasterio. Allá duré un buen tiempo pero una revelación, así como mis demonios, vino a mi y me dijo que la forma más fácil de exorcizar todo eso que visualizaba era apoderándome del arte, que eso era lo más valioso que podía tener para liberarme, entonces pensé… Pues tanto que han pintado a Cristo,  ¿por qué yo no puedo pintar al Diablo?

– ¿Y así decidió que iba a pasar de ser católico por su familia a ser un adorador del mal?

– Vea, y ¿ya no se derritieron sus hielos? – Dijo riéndose.

– ¡Lo siento! Me tiene usted demasiado entretenido con su historia, déjeme yo retiro esta agua y vuelvo a adicionar hielo y unas cuantas gotas amargas. Aquí en la coctelera ya mezclaremos otros tragos.

Y adicionamos a nuestro cóctel dos tragos dobles de Tequila Don Julio reposado, un poco de miel virgen…

– Y ¿a usted le gusta algo más que no sea ‘El Patas’?

La mesa fue cambiando hacia un naranja cálido que suavizaba el ambiente del bar lleno de humo artificial. Sus relatos sobre Salvador Dalí y Leonardo Da Vinci acompañaron la mezcla que estaba haciendo en mi coctelera.

Agregamos pimienta…

… La leyenda oscura de Da Vinci me gusta mucho porque se creía que él le debía su virtuosismo al ángel caído del catolicismo, ya que no era posible que una persona del siglo XV pensara en cosas tan avanzadas como lo hizo este arquitecto, médico, pintor y escultor; era pues, un ‘pintor visionario’…

– ¿Qué es aquello de ‘pintor visionario?

– Quiero ser visto así con mis obras, porque llevan códigos que le hablan directamente a la sociedad con una crítica sobre los males mundanos y no son estrictamente la adoración al diablo como muchas personas creen. Es la representación de los demonios en diferentes religiones del mundo.

Jugo de toronja para que refresque el ardor de la pimienta…

– Bueno pero si usted cree en Satán, ¿qué pasa con las virtudes de los humanos? – Le pregunto mientras las últimas gotas de toronja caen sobre la bebida.

– La virtud radica en la espiritualidad y eso no lo creería un padre porque yo creo que de sólo hablar con él me regañaría y me diría que lo que yo hago está mal y sencillamente me sacaría de la iglesia. Es que yo considero que Dios habita en el alma de cada uno, no le veo nada de malo en adorar a Lucifer que antes fue un ángel de Dios.

– Pero yo una vez, y me disculpará mi imprudencia, hablé con una hermana… – Me levantó su ceja con aspecto dubitativo.

Unas hojas de Romero y unas gotas de Tabasco…

– ¿Y qué le respondió?… Venga, pero antes, ¿me puede traer más agua, por favor?

– Sí señor. – Me volteé y busqué en la neverita una jarra con agua para ponerla sobre la barra que ahora cambiaba a azul. La música también iba cambiando, era más suave que la anterior. Ya no habían tantas personas pidiendo cócteles así que pude concentrarme un poco más en la historia. – Me dijo que no había otra forma de encontrar el camino de la iluminación si no era creyendo en Dios.

– Particularmente creo, como ya te dije, que Dios está en nuestros corazones. Yo he encontrado mi camino espiritual en la religión hinduista, yo me auto denomino Shivaista, sigo el Shivaismo.

– ¿A qué se refiere usted con eso?

Entonces, cuando agregué todos estos ingredientes en la coctelera, cogí un puñado de hielo picado y lo adicioné a la mezcla. Comencé a batir lo más fuerte que pude durante ese minuto donde me contó más sobre su vida.

– Me refiero a que adoro al Dios Shiva del Hinduismo, el Dios del Caos y la destrucción, porque para que exista algo nuevo siempre tiene que destruirse algo al principio. Así ha pasado en todas las religiones…

– ¿Cómo puede afirmar eso?

– Estudié Teología. – Dijo tajante.

– Pero la religión católica no lo ve así. Luz Bella, fue un ángel que se reveló ante Dios por el egoísmo que éste guardaba, él quería más almas para sí mismo y por eso quiso crear su propio “cielo”… Eso me lo explicó la misma hermanita.

– Por supuesto, pero la religión católica aún no comprende que el Diablo está suelto. Puede ser usted, puedo ser yo… Quién sabe. Yo sólo lo adoro y busco la forma de exorcizar todos mis miedos pintándolo.

– Pero ¿cómo llegó usted a ese gusto por Shiva?

Agarré la copa de Martini y le saqué el hielo que tenía.

visiones cosmogonicas“Algo que olvidé contarle es que cuando tenía siete años, un tío mío me mostró un libro sobre el Hinduismo y él hablaba mucho de eso. Entonces por ahí también me comenzó el gusto. Pero también fue porque entendí que hay otras formas de ver el caos. En mi viaje a Europa pasé por muchas religiones, pero en la India me convencí más de que debía seguir a Shiva. Con sus más de 3.000 dioses, así como nos lo enseñaron los griegos, podríamos atribuirle nuestros errores a otros. El politeísmo admite más formas de pensamiento que sólo estar encasillado en la religión católica y tener el mismo Dios para todo y el mismo ser tentador para decir que somos almas condenadas”.

Lo miré alzando una ceja en señal de pregunta.

– ¿Qué más quiere saber?

– ¿Realmente usted adora a Lucifer? ¿Le rinde culto?

– Sí. Pero no soy de esos satánicos que ofrecen animales y hacen rituales de sangre. Yo soy vegetariano, no soy nada apegado a lo material y me gustan las virtudes humanas, el hombre es el mismo destructor y creador. De eso hablo yo en mi obra. Sencillamente encuentro en el demonio una figura que nadie puede aceptar abiertamente.

Destapé la coctelera y vertí el líquido amarillento que llevaba ya un buen rato preparando.

– Su obra tiene formas y colores bastante llamativos. – dije mientras miraba a las paredes del bar que estaban adornadas con sus enormes lienzos iluminados por una luz cenital tenue.

– Sí, me atreví a pintarlos después de todas las críticas que llegaron a mí. Muchos me tildan de satánico por como me visto, porque expreso sin sentir vergüenza o miedo que me gusta el diablo por las ideas malignas que trae, porque me parece un ser místico.

– Eso sería bastante incomprensible para la Iglesia y más sabiendo que en este país lo que nos mueve es la fe de la religión.

– De hecho muchas personas temen mi presencia por eso pero mi obra quiere mostrar el otro lado de la sociedad.

– ¿El lado oscuro que ninguna persona se atreve a enfrentar?

– Esta ciudad tiene un clima que llama al diablo. Es caliente, sus mujeres llaman a la lujuria y todo el tiempo hay rumba y festividades, el diablo también se trata de eso, no sencillamente del mal.

– Eso es distinto, pero ¿entonces usted qué piensa de la Iglesia Católica?

– Que existe mucha mojigatería por parte de ellos.

– ¿Podría ser más explícito?

– En el mundo existe cualquier clase de maldad, como ya le dije, cualquiera puede ser Lucifer y cualquiera puede caer en la tentación. Somos cuerpos de carne, esencialmente, que no han logrado trascender aún. La iglesia culpa al demonio por todos los pecados, comencemos por Adán cuando la serpiente se le manifestó para cometer el pecado original.

Finalmente, como me decía la hermana, el diablo es el adversario de Dios pero ella me dijo que la maldad está encarnada en una sola persona.

– Ni tanto. La maldad existe en el ambiente.

– Y ¿a usted no le da miedo hablar del diablo?- inquirí y le deslicé la copa del cóctel que miró con reproche.

– Aunque uno tiene que ser reservado con estos temas porque no a todas las personas les agrada hablar de ello. Sé de la existencia de personas que adoran al diablo pero les da miedo expresarlo abiertamente.

– Me atrevería a pensar que es porque en esta sociedad no nos cabe otra cosa diferente y todo lo raro lo ven como un tabú. Es increíble que en la misma iglesia en la que estuve hablando con la hermana, ella me haya dicho que yo debo examinar mi interior porque algo me debe estar perturbando a la vez que no me gusta la religión católica. – Le dije haciendo una mueca de burla la cuál él me respondió de manera similar.

visiones cosmogonicas

– ¿Pero de verdad a usted no le parece raro todo esto que le estoy diciendo?

– Para nada. Lo encuentro muy interesante. Por eso le ofrezco este trago me gustaría que lo probara. Es una muestra de agradecimiento por la historia que usted me ha contado esta noche.

– Quizá no quiera recibir esta muestra de agradecimiento. No soy una persona apegada a la materialidad ni mucho menos a los vicios de la sociedad como lo son tomar alcohol. Encuentro mis diversiones en el arte… Como ya lo ha visto usted aquí con mis Visiones Cosmogónicas.

– Algo que sí me causa curiosidad es… ¿usted tiene más obras aparte de esta?

La copa del Martini sudaba en frente de su posible bebedor. Era la tentación a la sed de los vicios del mundo. Él no la miraba, pero la ansiedad salía a borbotones de sus dedos que repicaban con frecuencia en el cristal de la barra cuya luz ahora era azul.

– Sólo tengo ésta, pero estoy pensando en realizar otra obra.

– ¿Se va a tratar de nuevo de demonios?

– No lo creo. Ya saturé mucho mi existencia con estos colores y estas formas. – Me señaló el dragón que aparecía detrás de mí, imponente y pintado con puntos de amarillos, rojos, verdes y delgadas líneas negras que perfeccionaban la curvatura del mitológico animal.

– ¿Entonces?…

– Estoy pensando en hacer una composición más pura, quiero manejar colores más claros como los blancos y los azules… Aún no me ha llegado una visión pero quiero pintar a ese ángel que se rehusó a seguir en el Cielo. Quiero pintar a Lucifer antes de que fuera desterrado del lado de Dios.

– ¿Y esa decisión a qué se debe?

– Por arte, por las razones que te di antes. Pero por mí es porque creo que ya quemé todo ese ciclo que tenía marcada mi vida de demonios. He expulsado ya todo aquello que me aqueja y puedo seguir de forma tranquila mi vida.

– ¿Y no sería ya ir hacia la religiosidad?

– A mi me parece sublime. Ya es un momento nuevo en mi vida y quiero re inventar mis pinturas.

– ¿Y sus obras tienen algún destino? Me refiero a algún lugar en donde quiera exponerlas.

– Me gustaría llevarlas a Nueva York, es el sueño de todo artista. Pero quiero que me recuerden como un pintor visionario, quiero que las personas puedan ver mis obras y descubrir los secretos que yo puse en cada uno de mis lienzos, esa es la idea principal de todas mis creaciones.

– ¿No se va a tomar el Molotov?- Inquirí con impaciencia.visiones cosmogonicas

– No soy una persona de vicios y menos de tragos. Quiero llegar a mi otra vida y sentirme liberado de todo lo mundano.

En ese momento un hombre con corbata que llevaba un traje negro se acercó a la barra. Traía un olor extraño impregnado y venía con una mujer muy hermosa a su lado. Iban tomados de la mano y se detuvieron justo en frente de Samuel que se volteó para mirarlos, eran algo perturbadores pero él se quedó estupefacto ante tal visión. El hombre misterioso se acercó más a la barra y su mujer se quedó detrás de él. El personaje levantó suavemente la copa que Samuel no quiso probar. Brindó por él y por el mundo y se retiró. Me quedé inmóvil mirándolo y vi que de la bota de su pantalón salía una cola con una punta de flecha. Era él. Vino sin ser invitado y Samuel vio de frente la visión que sólo con pinceles y pinturas ha logrado exteriorizar.