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Formas de convivir con un celular, ¿cuál es la tuya?

Como casi todos los eventos de la vida de una persona están atravesados por la comunicación, hoy quiero hablar -desde mi perspectiva, claro está- de la relación que tenemos con nuestros celulares. Porque es tan irónica que me ha dado por clasificarlos en grupos. Que alce la mano el que tiene un smartphone y aún puede vivir sin ser zombie, o el que tiene una flecha y sí la mantiene encendida.

Hiperconectados

Es la gente que tiene smartphone y que sabe para qué utilizarlo porque le saca jugo hasta que ya no pueden más: hacen transacciones bancarias, escuchan música en Spotify o Deezer, solucionan el transporte con Easy Taxi o Uber y hasta ven la frecuencia de las rutas del masivo con Google Maps… o mejor aún, trazan mejores rutas cuando van en carro, ¡y eso es lo básico! Es como si el celular fuese una expansión de la RAM de su cerebro y hace que funcionen más rápido, por eso considero que esta es la gente que merece ser aplaudida.

Megacontrolados

¿Qué tal los que tienen un smartphone pero este los controla? Les es casi imposible despegar la cara de la pantalla y tienen una particular fijación: casi todo debería quedar registrado en fotos o en videos. Tienen celulares de las gamas más altas y con suerte saben para qué más les sirve (que no sea para tomarse fotos en el espejo, ¡por favor!) No los estoy criticando, más bien sugiero -con este comentario- que usen bien esa platica que invirtieron en ese gran equipo.

Equilibrados

Son como un híbrido entre los dos anteriores: saben para qué tienen el celular y viven perfectamente con eso. Pueden asistir a una reunión ‘socialité’ y tener un encuentro frente a frente con los demás invitados… Y no un encuentro frente a frente con la pantalla. Registran sus momentos bellos, los comparten en redes sociales, pero no se desconectan de la reunión -¡maravilloso!-.

Flechitas

Están en vía de extinción en pleno siglo XXI y hay que preguntarlo: ¿todavía existe gente con flecha? Yo quisiera seguir perteneciendo a ese selecto grupo de gente con flecha, pero si les soy sincera, la presión social – y del trabajo- hizo que cambiara mi Nokia 1100 (con el que tenía una tranquila relación de llamadas y mensajes de texto) a un MotoG que a veces uso como la linternita (porque con la nueva actualización de Android ya me dio ese delicioso gusto de sentirme como de antaño). 

***

Soy comunicadora y para mi es inherente la comunicación. Es una necesidad. No por querer ser intensa con la gente o registrarme con Swarm cada que llego a un sitio -es una pesadilla-… Pero ¡por el amor a algún Dios!, ¿podrían al menos contestar el celular? Los que tienen -tuvimos- flecha conocen bien esta premisa: “si me necesita, me llama”, pero eso no funciona cuando tienen el celular descargado – es que cargarlo solo les toma 2 horas para estar conectado con el mundo casi que por los próximos días, porque la batería de las flechas es asombrosa-. Todavía no los entiendo, a veces son muy incoherentes.

La magia de los celulares desde 1973 con el primer Motorola ha sido pura: estar conectado de forma inalámbrica, por casi ocho horas, a través de llamadas. Sí, el celular era una panela, pero servía para lo que necesitábamos, ¡estar conectados!, entonces viene mi pregunta… Si buscamos estar conectados desde hace tanto tiempo atrás, ¿por qué ahora hay personas que al parecer quieren esconderse del mundo? ¿Tan malo se ha vuelto?

Lo que es más gracioso todavía es que ahora las personas mayores ya quieren tener Whatsapp o como me decía mi abuela: “mija, es que yo quiero tener un celularcito con cámara” Y si me preguntan, me ha ido mejor escribiéndole a mi mamá o a mi abuela que hasta a mis propios amigos que dejan el visto o parece que trataran el smartphone como una flecha.

Algunos jóvenes todavía son como “chapados a la antigua” y eso no es malo. A mi me parece genial. Lo que no es genial -en cualquier situación y con cualquier persona- es cuando se borran de la faz de la tierra y a uno le urge la geolocalización -jajaja-. Yo solo me borro cuando me queda 15% de batería. ¿Y ustedes?